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Foto del escritorG.G Melies

La guerra de los mundos.

Actualizado: 13 jun 2020

Ubicándonos en tiempo y espacio, 1898, fecha en la que este libro se publicó por primera vez, la humanidad aún no sabía lo que era tomarse un avión. Los hermanos Wright lograron el primer vuelo por planeo impulsándose desde una colina en 1902 y posteriormente agregando un motor en 1903. Podemos decir que los seres humanos por falta de practicidad estábamos pegados al suelo de manera contundente, a pesar de que algunos globos y dirigibles con motores a vapor maravillaban (¿podemos decir “volando”?) como algo elitista salido de la NASA o la febril mente visionaria de Elon Musk. Tampoco se tenía en claro qué era un rayo láser… “Rayo calórico” según esta historia. Hasta que en 1915 Albert Einstein creó los fundamentos inspirado en la Ley de Radiación de Max Planck… no era algo de lo que hablara mucho el ciudadano a pie. También imaginar que seres cruzan el vacío del espacio es bastante original, no nuevo, ya que, seguramente las explosiones observadas en Marte para impulsar una flota de naves invasoras tal vez hayan estado inspiradas en el libro “De la Tierra a la Luna” de Julio Verne. Solo había que cambiar de planeta el cañón que dispara naves, digamos poner el visionario artilugio en manos equivocadas, en manos marcianas para ser exactos. Tampoco había sucedido La Gran Guerra (1° Guerra Mundial) y los conceptos de reducción a escombros por destrucción masiva y total por bombardeos (vuelvo a aclarar que no existía el avión) que solemos ver en las películas de guerra eran inimaginables. Siguiendo dentro del contexto de esa guerra, el libro habla también de “Humo negro” previo al estreno del letal gas mostaza, lacrimógeno o cloro en las trincheras de 1914/15. Por supuesto que nadie de esa sociedad victoriana lo vio en una película de cine catástrofe, de ciencia ficción o bélica, ya que aún se hablaba del Taumatropo, la Linterna mágica o en su defecto el Fusil fotográfico… llamémosla “Proto cámara de cine”, algo muy similar al increíble Cinematógrafo que los Hermanos Lumiére venían promocionando con fuerza a través de tomas cortas de trabajadores saliendo de una fábrica y un tren llegando a una estación, para posteriormente lanzar la primera película de acción “El regador regado”. Un maravilloso largometraje para toda la familia de 49 segundos de duración, donde el malvado de la película pisa una manguera para que el desprevenido regador mire por el agujero, previo a que este, “Lex Luthor” decimonónico levante oportunamente el pie. ¿Robaría usted un carruaje o un caballo para huir de las máquinas marcianas? Mayormente las personas en esta historia huyen en caballos y carruajes, no existían muchos automóviles en esa época, los que existían no eran muy adecuados para huir con toda la familia a cuesta y los barcos de esa época aún tienen caldera a carbón.

En los viejos dibujos del libro original vemos que las máquinas se parecen más a un viejo tanque de agua de alguna localidad pequeña. Es una fantasía muy usual en jóvenes y niños ver en esas torres elevadas sobre el skyline de un pueblo, seres o máquinas extrañas. Don Quijote podría decir que sufría algo parecido al ver molinos de viento.

Si hablamos del espíritu de un libro, el que emana “La guerra de los mundos” es el de la colonización europea en África, India, Sudamérica o donde sea que una población no preparada para enfrentar una fuerza armada superior corra despavorida por cañones, metralletas y cañonazos desde acorazados. Por supuesto que los barcos que comercializaban esclavos, aún surcaban los mares “clandestinamente” según los gobiernos esclavistas de la época. En esa imagen podemos comprender lo que les sucede a los humanos en este libro, donde los personajes suelen hacer referencia a nuestra manera de sojuzgar un hormiguero. Wells coloca a la civilización europea de la época ante un espejo sucio de su propia crueldad. La crítica a la cultura victoriana y al colonialismo inglés lo muestran como un socialista pacifista, pero las diferencias con otros socialistas violentos lo apartarían del grupo. En ese momento en EE. UU. gobernaba el presidente republicano William Mc.Kinley, Jr., quien a pesar de la férrea oposición demócrata, anexionaría Hawái a los estados americanos a cambio de pagar la deuda de cuatro millones de dólares de la isla, apoyaría como paradoja actual la independencia de Cuba de España y daría uno de los peores ejemplos de colonialismo enviando 110.000 soldados a Filipinas con el consiguiente “Genocidio de Filipinas” que trajo la muerte a de millones de civiles; un verdadero “Invasor Marciano” digno de esta novela. En Inglaterra se vislumbraba el fin de la era victoriana y la Reina Victoria, a un par de años de morir, acababa de firmar en 1897 su decisión de recibir un funeral militar debido a que era hija de uno. Toda una afrenta al machismo de la época. En España Valle-Inclán se había instalado recientemente en Madrid y formaría parte de la generación literaria del 98 a pesar de que ese año su libro “Epitalamio” no se vendiera bien. Todo el escenario mundial estaba dominado por la guerra Hispano-estadounidense con música de tango de fondo, ya que en ese momento se grababa “Don Juan” primer tango con orquesta de fondo.

En el nuevo siglo la literatura de Wells comienza a apartarse de la ciencia ficción y se adentra en una literatura que retrata la vida de las personas comunes (muy al estilo Dickens), incluida su defensa al movimiento feminista en la novela “Ana Verónica” 1909. Una situación en un capítulo de “La guerra de los mundos” con el hermano del protagonista retrata un par de veces a la mujer como un ser valiente y determinado.


Al ser yo, escritor fanático de Ciencia ficción, es por esta crítica social que le presto mayor atención por sobre otros clásicos. Soy de cepa racionalista y las historias de enanitos verdes, naves de tamaño gigantesco destruyendo ciudades y viajes indiscriminados en el tiempo no me atraen mucho. Si bien me fascinaban en mi infancia y juventud, hoy busco en las historias las posibilidades de las teorías en física y química, interactuando con tecnología posible y eventos sociales o climáticos por encima de la fantasía descabellada. Jugar a ser un pequeño Nostradamus pero con bases justificadas en el análisis es lo que me interesa, ya que este proceso nos conduce socialmente a la clásica cita, “Hombre prevenido vale por dos”. Así lo han sido y nos han advertido muchos clásicos de la literatura. Y es allí, en esa búsqueda de advertencia, donde mi memoria me retrae y termino en un corto análisis final sobre este libro en particular.

La otra cosa, el análisis, que por derivación de pensamiento me trajo a la mente esta historia, son estos días que vivimos. Nada más ni nada menos que nuestra pandemia global de coronavirus. No solo vemos en esta historia de Wells un capítulo llamado “Los días de encierro” donde los personajes cuidan los alimentos y cuentan los días, vemos también a un gobierno no preparado y sobrepasado por algo incontenible, que al fin y al cabo no termina por su voluntad y tardía determinación, sino por su propia naturaleza. Es esta, la naturaleza, la que se encarga de poner fin a una especie invasora, es el filtro que dice “¡Basta! ¡Hasta aquí! ¡No es tu ubicación en mi reino!”. Es una paradoja que podríamos analizar (y seguro generará muchos estudios y descubrimientos posteriores), ya que las innumerables especies que volvieron a su hábitat durante nuestro confinamiento, animales, aves y peces aparecidos de la nada, que no se los veía desde hacía mucho, sorprendieron a más de uno en nuestras calles (y creo que a todos) al tomar posesión de los territorios que les pertenecían naturalmente.

Para ellos, una especie invasora, depredadora y esclavista había desaparecido de causas naturales… al menos, por ahora, temporalmente.

G.G. Melies.


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