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  • Foto del escritorG.G Melies

Sobre literatura ecológica y la Luna lisa.

De la misma manera que todos somos neoliberales pro capitalismo si vendemos o compramos nuestros pocos dólares en el mercado negro, o nadie puede llamarse vegano verdadero con un teléfono en la mano, debido a que estos contienen sustancias animales y representan la minería a cielo abierto del planeta en nuestra mano y la deforestación cruda para acceder a tierras raras y agrestes (sin hablar de pruebas de radiación 3G, 4G, 5G y 6G en animalitos o sustancias animales para refinar y ensamblar elementos) … En este mundo irónico, paradójico, nadie puede cantar la justa sobre cuál método de lectura es mejor para el planeta. ¿Papel o ebook?

De más está recordar que a través de la historia humana, la mitad de los bosques de nuestro planeta se han ido para la producción de papel y hoy día, vemos un cambio disruptivo ante la llegada de un nuevo tipo de lector que desprecia el clásico libro a cambio de un ereader, una computadora, tablet o un simple teléfono. Por supuesto, pensando sin pensarlo demasiado que también es un método más ecológico. Uno trata de sopesar qué le conviene al planeta, hijos y nietos en el futuro, y veo un panorama sombrío donde cada pequeña cosa que hacemos afecta al mismo. El tema es más delicado que elegir un automóvil o cómo refrigeramos nuestros hogares. Cada día el bombardeo de “nimiedades graves ecológicas” asusta a un punto de bloqueo mental sobre qué hacer. Por ejemplo…


-Las fibras de poliéster cuando lavamos ropa van al mar

-Usamos agua de nuestra perforación y el barrio se hunde un poquito más.

-Orinamos y veinte litros de agua potable se van por el retrete (literal).

-La cantidad de celulosa para producir papel higiénico para todo el planeta es atroz.

-Si comemos más palta o almendra dejamos sin agua a comunidades enteras.

- ¿Reemplazamos las hamburguesas de carne por veggies de soja, leche de soja o tofu para que no quemen selvas para hacer campos? ¡Helloouu Mc Fly! ¡¿Hay alguien allí?! Para evitar fuego también debemos abandonar la soja.

-Arrojamos a la basura envases plásticos de Not May… y teléfonos como saquitos de té (claro sí… en los contenedores eco reciclan el 100% ¡Por favor…!).

-Los focos led se rompen a pesar de que el led en realidad no se quemó por durar 30000 horas… y así de sano se va quebrado y titilando a la basura.

-Dejamos de usar bolsitas del mercado, pero las compramos para arrojar la basura.

-Ver contenido digital en streaming genera dióxido de carbono en comparación a la vieja TV con antenitas o cable por cable.

-Nos agarramos la cabeza por el metano de las vacas, el dióxido de carbono del bitcoin… pero nadie nos dice con certeza la cantidad de recursos y gases que emanan de la industria de las armas y el combustible para moverlas por el planeta… Solo hablando de ecología.


La ironía de la locura humana no tiene fin. Y la literatura no escapa de ello.


“Debemos aprender la manera de hacerlo todo distinto” Dijo Bill Gates autoconstruido como líder en ecología sin contar que la obsolescencia informática forma parte de los rellenos sanitarios del planeta (Es posible que usted o yo estemos sentados cuatro metros arriba de una vieja XT, AT o Commodore 64) Pero… ¡Deje de culpar por todo al pobre hombre! ¡La literatura se llevó bosques primero! De lo que habla Bill, es que en estas proporciones demográficas la actividad más ecológica se vuelve insostenible debido al insumo de elementos, los volúmenes y capacidad de biodegradación inmediata del planeta. Tal vez hace un siglo y medio el planeta no se diera por enterado o sintiera apenas una comezón por nuestra actividad, pero ahora con 7.500.000.000 de habitantes en aumento exponencial constante, una tontería como contar las pelusas de ombligo que salen del lavarropas toma proporciones épicas.

Hoy día se toman acciones ecológicas con resultados que a futuro cercano podrían ser dudosas para el planeta… ¿Qué cantidad de litio van a extraer para baterías y cuánto realmente existe? ¿Arruinaremos esos paisajes de grandes salinas para construir piletones de agua potable? ¿De dónde se extraen los elementos para fabricar paneles solares y cuánta superficie de suelo se necesita cubrir para cubrir cierta demanda mundial? ¿Se acaba la arena para la construcción? ¿Las turbinas eólicas afectan la vida de las aves? Y a futuro… ¿El cosechado de regolito lunar para extraer helio3 dejará a la Luna sin cráteres? ¿Quedará la Luna lisa?

Quiero aclarar que no estoy a favor del petróleo ni busco desinformar sobre tecnologías nuevas pro-planeta a las cuales apoyo incondicionalmente. También que no soy vegano, pero he reducido el consumo animal un 70%, evito comprar una cabeza de ajo envuelta en plástico y soy al que regañan por apagar todas las luces de la casa y caminar como los viejos en la penumbra hogareña. Y una vez aclarado y planteado mi postura vamos a lo que nos compete como escritores/lectores.


Con más de seis años como autopublicado aún no he tenido un libro propio en papel en mis manos, algo que para otros escritores es inconcebible debido a que es un sueño dorado… ¡Y ni hablar de libreros y editoriales que deben mirarme como a un monstruo! Si bien los vendo, no siento esa necesidad urgente de poseerlos, además jamás los encargué por costos de flete internacional a la Argentina por encima del valor propio del libro… y siempre se me sumó ese llamado interno ecológico de no propiciar el uso de celulosa y vuelos internacionales para transporte de mercaderías que pueden llegar con un simple click; hablo del ebook. Cada tanto suelo pensar en dar de baja las versiones tapa blanda de mis libros y debo reconocer que, si no fuera por el concurso literario de Amazon, que exige presentar también esa versión, nunca los habría ofrecido. Al final allí están… venden, no tanto como los ebooks y los vengo mirando de reojo con bronca ecológica. Pero el ebook tampoco es inocuo para el planeta. Aquí volvemos al tema de la obsolescencia programada, los recursos que se acaban, que generan guerras y trabajo infantil en África para extraer cobalto para las pantallas táctiles (Y siempre falta esa noticia que esperamos con ansias, sobre la ONU yendo a constatar y evitar explotación infantil en esas minas; curioso). Para quienes entiendan que teléfonos, tablets o lectores ereaders representan el 80% de la tabla periódica en la mano, no nos queda otra opción que pensar de dónde extrajeron, de qué manera y dónde va a terminar ese parasitado de nuestro planeta… en la basura, por supuesto. Y también nos queda la pregunta interna sobre el activismo correcto a seguir.

Debemos sopesar muchas cosas… Si las pasteras realmente hacen papel de manera limpia o contaminan cuando los gobiernos no controlan, si la madera es de bosques cultivados realmente como dicen … donde antes existían bosques autóctonos, si el peso de la masa del volumen transportado en libros en papel a nivel internacional consume mucho combustible de avión y camión de reparto, si la minería para fabricar ereaders destruye y si el transporte, refinamiento, manufactura de partes, ensamblado y distribución de dispositivos que terminarán obsoletos rivaliza con ello. Claramente un libro en papel termina en una estantería durante décadas, con suerte siglos y no necesitará electricidad para prenderlo, y…


¡Ufff… ¿en qué me metí?!


Tal vez, como todo en la vida, la verdad no esté polarizada en blanco o negro, sino repartida entre matices de grises, donde la literatura ecológica la represente esa librería de viejo en el barrio o local de andén de subte. Allí los libros viejos te miran como perritos perdidos que te eligieron como dueño nuevo y pretenden que los lleves a casa. En esos lugares ayudaremos a resistir a personas que la pelean ante un cambio disruptivo en esta dura profesión, encontraremos la memoria de antiguos bosques muertos que no serán talados por segunda vez y no representan minería a cielo abierto o cerrado. Tampoco necesitaremos electricidad para prenderlos, no existirán las manos de un niño en la cadena de producción y solo serán revendidos o regalados cuando ya no los leamos.

Mantengamos la magia y el romanticismo de la literatura y solo así, con suerte, seguiremos viendo nuestra hermosa luna con cráteres.


G.G. Melies.

31/8/2021




Y así empieza... la depredación.

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