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  • Foto del escritorG.G Melies

Racismo Vs. El cuerpo de John Brown.

Actualizado: 13 jun 2020

Veía durante la cuarentena esa magnífica serie de Spielberg y Tom Hanks, “Band of brothers” sobre la historia épica de la compañía Easy que se arrojó en paracaídas en Normandía y escaló en la lucha haciendo retroceder a los nazis hasta llegar (sin que ellos imaginaran dónde llegarían) nada menos que al famoso “Nido de águila”, donde el genocida loco se jactaba de su invencibilidad. Durante un capítulo se escucha cantar a los soldados “El cuerpo de John Brown”, una canción tal vez más conocida como “Gloria”. Gloria, gloria aleluya…. Tal vez si es fiel cristiano la cante o la haya cantado en alguna iglesia y la relacione con Dios o Cristo, pero nada más alejado de la realidad. Esa canción la usaban las abolicionistas tropas de Abraham Lincoln cuando marchaban a la batalla contra los esclavistas sureños. ¿Quién era John Brown? Escribo esto porque tal vez fuera de las fronteras de EE. UU. nadie lo sepa o conozca la historia, y en estos momentos donde pareciera prevalecer el racismo siempre el espíritu de John va a marchar, va a estar ahí.


John era un Capitán retirado del ejército de EE. UU. cansado de ver esclavitud. Solía rescatar esclavos de plantaciones y conducirlos a la frontera con Canadá. Al notar que su trabajo hormiga no hacía mella en lo masivo y generalizado de la esclavitud diseñó un plan. Él junto a una veintena de hombres (un par de sus hijos entre ellos) tomarían el depósito de municiones del ejército en Harper’s ferry, en Virginia Occidental, liberarían a los esclavos, les darían esas armas para que luchen por su libertad y los conducirían a una zona de territorios salvajes detrás de las montañas para que creen su propio país donde puedan vivir libres. Idea noblemente violenta. La mitad de su plan tuvo éxito, tomaron el depósito, liberaron esclavos… pero estos no tomaron las armas. “Síndrome de esclavo o abusado” podríamos decir. Cuando a una persona la torturan le quiebran la voluntad, la fuerza, se vuelve temerosa de que todo termine en más tortura o represalias a sus seres amados y cae en ese círculo vicioso que no le permite levantar la cabeza o ver la salida a su situación. Nada más errado, ya que eso, al final, le sucederá una y otra vez si permanece esclavo. En ese punto, por esa falla psicológica, el plan de John entró en su derrotero final.

¿Qué pueden hacer veinte hombres acorralados contra las tropas del famoso Gral. Lee? Resistir hasta el final. Tenían algunas cartas a su favor para resistir… como tener de rehén a un descendiente de George Washington dueño de una plantación de esclavos. Finalmente fueron cayendo uno a uno y John fue apresado. Durante su rápido y expeditivo juicio, en su propia defensa, dejó en claro ante todos los presentes que la justicia de valores cristianos de EE. UU. no actuaba con esa celeridad para hacer justicia por los esclavos.

Su ahorcamiento fue la chispa y a su vez la mecha prendida que recorrió el país hasta explotar en la Guerra de Secesión. Partió al medio al país generando una espantosa guerra civil donde se enfrentaron entre hermanos. John se convirtió en un ícono de libertad comparado casi con Cristo; que la canción haya llegado al seno de las iglesias es un ejemplo del estatus alto al que se lo elevó.

Su mito creció también apuntalado por la “Apología de John Brown” escrito de Henry David Thoreau que defendía sus buenas intenciones. Henry era un apasionado de la naturaleza, la libertad, los derechos civiles y un pacifista nato que no mataba una mosca. Eso fue lo sorprendente de su escrito para la sociedad, de quién provenía la defensa, quien fue muy criticado por defender a un terrorista violento. Un pacifista defendiendo un violento. Henry dejaba en claro su postura no violenta, pero justificaba las buenas intenciones de John, “Un bruto que no sabe poner un acento latino, pero con buenas intenciones” y que no era necesario ahorcarlo “Acaso este país lo único que sabe hacer es ahorcar personas”. Y también que mientras muchos miraban impasibles las injusticias contra los esclavos, Brown decidió tomar acción y colocarse entre el opresor y los oprimidos dispuesto a llegar a la horca por ello. Su famosa frase “¡Lo que necesitamos es acción! ¡Acción!” se ha vuelto un cliché de cine.

Volviendo a la Segunda Guerra y a la compañía Easy tropezándose con el hallazgo impensado de un campo de concentración lleno de judíos, gitanos y minorías sexuales, entendemos que la intolerancia entra en un camino de discriminación sin fin. La idea de un mundo de pureza racial “aria descendientes de los atlantes” (aclaremos que los arios son un pueblo perdido de Afganistán) llevaría la limpieza étnica a la totalidad. Se seguiría con cristianos, musulmanes, latinos, africanos, budistas, orientales (incluso aliados japoneses), indios, mongoles… hasta llegar a la pureza genética pretendida donde gobernarían todo. Pero unas tropas cantando un himno viejo llegaron en respuesta a eso con otras ideas.


Hoy viendo que las manifestaciones en EE. UU. arengadas por los locos en el poder y que el racismo sigue a flor de piel, no me queda otra cosa que volver a la historia. Me recuerda que escribí sobre ello en “De Walden a Gale en 39 días” en la que imagino (a través de otros personajes) un hipotético encuentro entre Thoreau y Brown. Dos posturas distintas, tanto el pacifismo como el activismo unidas ante un enemigo en común. Veo como la ciencia ficción puede usar a la historia como uno de los talones dónde erguirse (el otro sería la ciencia) y traer al presente los errores del pasado para volver a prevenirnos de repetirlos en el futuro.

La historia no puede evitarse, está allí entre nosotros, en nuestras acciones y costumbres cotidianas. Las conductas en poblaciones civiles pueden repetir el pasado y solo entendiendo dónde nos encontramos parados podemos reconocer patrones y advertir para evitar daños mayores. Los jóvenes no suelen interesarse por la historia y a veces metérselas subliminalmente en cada pequeña ficción es un refuerzo de prevención futura necesario.

Ese es el trabajo del escritor de Ciencia Ficción, estudiar la historia, la sociedad con sus costumbres, la ciencia y tratar de crear un algoritmo que detecte y nos prevenga de un futuro atroz. Es un compromiso de advertencia y educación social para tratar de crear el marco para un porvenir de paz.

Estudie la historia, eventos olvidados, relaciónelos con tecnología, con eventos sociales y tráigalos al presente en una maravillosa ficción que pueda hablarnos del futuro.

Tome ese compromiso de acción pacifista literaria, es necesario para evitar que la historia se repita, ya que el cuerpo de John Brown está tibio en su tumba, pero su conciencia intacta sigue marchando hoy… y para siempre.

G.G. Melies.



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