El sufijo ismo sirve para convertir en sustantivo un pensamiento, una ideología, creencia religiosa, deporte o actividad. Es un espíritu invisible de demonio que literalmente nos rodea a todos, y es raro ver un ser humano que se aperciba de ello y trate de luchar contra él. El ismo se aquerencia en el corazón y la mente de la persona de una manera tan enquistada que es difícil sacar a la persona de ese trance. Pero… ¿Por qué deberíamos liberar a la persona de su propio sufijo? Tal vez porque las otras personas también seamos presa de otros ismos. ¡Ismos mejores! seguramente dirá, ¡No la porquería de ismo que el pobre de al lado sufre! Pero la realidad es que la idea de cada sufijo es crear su propia verdad, ya que, si sustantiva un pensamiento lo vuelve un hecho tangible, contundente, y lo vuelve a uno dueño de... "La Verdad propia".
Existen infinitos sufijos, no vamos a enumerarlos para no caer en el juego de ellos, eso de que lo acusen a uno que militamos en otro sufijo. Todos los días las pasiones personales de los individuos crean nuevos, y estos a su vez crean nuevas jaulas doradas alrededor de los individuos cautivos. Cada uno ama su propia jaula, pule barrotes, limpia el piso, se fija si puede reforzarla en algún punto flojo y sobre todo no deja que nadie la toque. Nadie entra, nadie sale y aquí me quedo.
Una vez enjaulado el individuo, el sufijo le explica que debe evitar que alguien toque su celda, su jaula. Cualquier persona que intente convencerlo de abrir la puerta reja y salir a tomar aire o conversar sobre otros temas, es el enemigo. Repetirá una perorata automática de pensamiento no analizado que el demonio sufijo le dicta al oído en respuesta a otras peroratas de otros cautivos con sus propios demonios. Resultado… Un mundo de jaulas doradas donde todos se gritan verdades desde distancias prudenciales. Aunque a veces algún brazo estirado logra propinar algunos arañazos al cautivo de al lado y viceversa.
Luego de creado un mundo de jaulas, los sufijos que cargan la característica de odiarse entre ellos, tratan de agrupar muchos presos en una misma celda, piensan que mientras más individuos apresen, mientras mayor sea el número de individuos, lograrán hacer prevalecer su Verdad aunque sea una patraña insostenible. El número de individuos no hace a la Verdad, sobre todo si el sufijo llega con bajeza a pedir a los cautivos reproducirse por mandato usando a las mujeres como máquinas procreadoras. Ese sufijo sexista hace trampa.
Una ficción no escapa a los ismos. El lector debe identificarse con alguno, eso lo atrapará, ya que se sentirá identificado y querrá ver qué haría él en esa situación. Si queremos una historia que suene real, cada corazón de personaje debe estar cautivo a su propio sufijo. Durante el hilo de la historia la lucha interna del personaje contra su propio ismo y ajenos que intentan cautivarlo, es la trama subyacente paralela y ajena a los hechos de su novela. Debe ser un “Juego de sufijos”. El tema es si el personaje volará de su jaula, saltará a otra prisión o habitará libre el espacio entre jaulas.
Es sensatez del autor escribir una ficción desde el espacio entre jaulas. Si lo hiciera siempre desde su prisión quedaría atrapado en un loop eterno donde escribe siempre de lo mismo. Deberá vaciar su mente y estudiar pensamientos no acostumbrados y hacerlos interactuar. Anímese a habitar en el espacio entre jaulas, escuche lo que le gritan los cautivos desde distintas jaulas y arengue a salir a esos prisioneros con sus propias llaves. Tal vez La Verdad no se encuentre cautiva en una jaula.
“Un pájaro nacido en una jaula cree que volar es una enfermedad” Alejandro Jodorowsky.
G.G. Melies
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