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  • Foto del escritorG.G Melies

Un acuerdo para… “Poder decirlo”. La mejor noticia que tu cabeza podía escuchar este año.

Actualizado: 8 ago 2020

Existe una cita mal atribuida a Voltaire, más o menos dice así:


“No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero voy a pelearme con quien sea para que usted pueda decirlo”

Si bien no le pertenece, una cosa es segura, refleja su pensamiento de vida. Aclaremos que, junto a Roseau, Montesquieu, representa al iluminismo francés y el libre pensamiento.

Mantenga esa cita en mente y empecemos con la llegada del grano de café a la civilización occidental, donde esta bebida lo cambió todo. Imagino la fascinación por esa fragante infusión no alcohólica en esa antigua Europa, que movió a las personas buscando un café… ¿Ir a un bar a no tomar alcohol? ¿Desde cuándo? ¿Qué sucede aquí? De pronto se impuso la moda y todo el mundo se encontraba reunido en una mesa sin estar sumido en pensamientos etílicos. Digamos que por primera vez se podía hablar algo coherente, encontrarse con un amigo o varios, proto científicos, colegas artistas o escritores y decir los zapallazos que se cruzaban por la mente. Plantear ideas, discutirlas, potenciarlas, descartarlas… insultar a la Reina, Rey, Emperador o Papa de turno y… ¡Shhh! ¡Nos escuchan! Mejor sigamos el tema en otro lado.

La gran casa de algún Lord, duque o gran empresario podía servir para encontrar esa libertad de personas en comunión con una misma idea. De pronto por toda Europa, sobre todo en Francia e Inglaterra surgían los clubes de caballeros, muchos secretos o al menos lo que se hablaba en ellos. Estos se organizaron por logias y de pronto teníamos células repartidas en cada ciudad donde se disfrutaba la libertad de hablar, de decir sin tapujos lo que uno pensaba, entre bebidas y puros de todo tipo. Algunas ideas revolucionarias, como la democracia habrán logrado bajar innumerables cantidades de botellas y de sobrepasar muchos ceniceros, hasta dar con movimientos masones pro independencias americanas con sus consecuencias duraderas.


En cierta manera ese modo de moverse quedó registrado en la literatura de Ciencia Ficción y Aventura. Esa característica se volvió un común denominador en el desarrollo de las historias, donde casi siempre un millonario en pie en su propia sala, frente a su gran chimenea, posiblemente tomando coñac, whisky o fumándose un puro o gran pipa, revela sus planes de incursión a zonas remotas y peligrosas a un heterogéneo y valiente grupo humano “-Los he convocado porque son lo mejor en sus respectivas áreas y profesiones” –les diría un decimonónico Musk, Bezos o Branson con ínfulas de “-Y yo soy el jefe porque pago todo.” En ese grupo generalmente se encuentra el personaje principal por el cual, a través de sus ojos y percepciones, viviremos la lectura. “El mundo perdido”, “Las minas del Rey Salomón”, “Viaje al centro de la Tierra”, “De la Tierra a la Luna” son claros ejemplos de locuras financiadas por el libre pensamiento, ya que muchas historias ayudaron a diagramar el mundo actual. Con solo hablar de Verne en su “De la Tierra a la Luna” tenemos a un grupo de norteamericanos texanos fanáticos de las armas, dispuestos a construir un gran cañón para disparar una nave-bala al cielo… “¡Tenemos un problema Houston!”. ¿Le suena? Si bien no se lanzan cohetes desde allí, se coordina y desarrolla desde esa ciudad texana y también todo Texas. Otro punto visionario para Verne.


Uno nunca puede saber en dónde terminará una idea, un planteo. Darle vueltas como un perro a una idea, cuestionar, cuestionar y cuestionar es premisa científica básica del libre pensador. No aceptar lo establecido, lo que se impone como un hecho/creencia en la sociedad, fe o ciencia es parte de su naturaleza. El libre pensador no podría avanzar generando cambios si no lo hiciese, pero la paradoja es que en ese andar cuestionando pone en riesgo su propia vida, su cabeza. ¡La revolución solo quiere cabezas! –gritaba la chusma iracunda. Y así pasaron por la guillotina muchos pensadores y proto científicos solo por el hecho de ser de alta sociedad o pro monarquía o solo ser financiados por ella. Lo paradójico es que el libre pensamiento les daba la anhelada revolución, pero a la vez caían en lo que atacaban, en el ajusticiamiento, en este caso popular. Si aceptaba vivir en un sistema político/social distinto, analizaba anatomía humana, negaba una fe o pensaba que la revolución no traía nada bueno… se le atacaba hasta que sus ojos vieran acercarse el fondo de la cesta de mimbre roja.

El libre pensamiento se encuentra sitiado a ambos lados de la división social, no es un ser que acepte ser polarizado, y es por ello que esta noticia me parece la mejor en este año de locura mundial. Me fascinan las historias donde las personas buscan cerrar la división social por inclusión de los distintos, no me agradan las que fogonean la lucha de clases por la fuerza, ya que a la larga “rodarán cabezas” retroalimentando el odio polarizador de división social. Es un tema que traté en “Algocracia cuántica”, en “De Walden a Gale en 39 días” y aún me quedan dos libros más en construcción. Pero, ¿De qué se trata la noticia?

Se trata nada menos del “Manifiesto de Harper’s” escrito por Noam Chomsky, que ha sido enviado a muchos escritores para que lo avalen con sus firmas antes de ser publicado. Todos conocemos a Noam como un libre pensador polarizado hacia la izquierda progresista muy crítico al capitalismo, y lo curioso es que un pensador opuesto como Vargas Llosa, reconocido por sus posturas de derecha conservadora, le da su firma en total apoyo al manifiesto. Agua y aceite. ¿Qué sucedió aquí? Sucedió un enemigo en común… “La cultura de la Cancelación”

Seguramente Ud. lo ha experimentado o de lo contrario no se ha animado a decir su pensamiento. –Pero yo solo dije que no me convence esto… Cuando una persona plantea una sutil diferencia de criterio en un punto de una ideología social/político/religiosa, el cual puede no convencerle, parecerle mal o simplemente tenerlo en análisis, recibe una horda de radicales (supuestamente progresistas) acusándolo de algo que NO es hasta llevarlo al borde del suicidio. “Caerle a golpes” por así decirlo, de una manera tan brutal que la persona queda cancelada, anulada al punto de no tener voz. ¡La revolución solo quiere cabezas! Pero de manera moderna. Humillarlo en las redes, boicotearle, manifestaciones en su domicilio, ataques físicos, verbales no solo a esa persona sino también a su familia como modo de presión, incluso llegar a judicializar el tema hasta el absurdo, es un modo recurrente hoy día de “Cancelar” a una persona pensante que plantea un tema que le inquieta y le hace ruidito en la mente. Cuestiona y analiza como libre pensador en una sociedad de libre expresión.

El manifiesto expresa su preocupación por ese clima de intolerancia escondido detrás de las polleras de las nobles causas sociales y cuenta con las firmas de apoyo de grandes escritores y científicos preocupados… Atwood, Savater, Busquets, Salman Rushdie (quien sabe del tema), Amis, J.K. Rowling (quien vivió el tema por estos días) y más de 100 firmas solo por hablar de España.

Cuestionar con educación, con respeto, alguna variable que no cierra en la venta de ideales por los dueños de los valores (sean cuales sean, fe, sociales o políticos) no lo vuelve intolerante a uno al punto de que lo acusen de algo que no es. Es su derecho a pensar y expresarlo en libertad sin recibir embates de la intolerancia agresiva radical. La cancelación o prohibición solo generará nuevos clubes secretos, nuevas logias, nuevas revoluciones de valores futuros… con nuevas y flamantes guillotinas de intolerancia retroalimentada, debido a que las personas por psicología inversa adoran lo prohibido y secreto.


Volvamos a Voltaire y al café. Si se desencuentra en pensamiento con alguien recuerde esa cita, y como dice la canción de Mike & The Mechanics… siempre pidamos “Otra taza de café”

Admítalo… el café es la fragancia de la amistad, y la tolerante amistad es la solución para casi todo.


G.G. Melies.




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